Biología—¿de qué lado está?Desde una perspectiva evolutiva, nuestros cuerpos fueron diseñados para almacenar grasa para tiempos de hambruna. Esto pudo haber sido útil hace miles de años cuando teníamosque cazar y recolectar nuestra comida, pero hoy en día,cuando a menudo hay comida más que suficiente para todos, el impulso del cuerpo para eliminar la grasa para los tiempos de escasez está trabajando en nuestra contra.En esta búsqueda por la supervivencia, el cuerpo es asistido por hormonas rebeldes como la leptina y la grelina, que aseguran que no nos muramos de hambre, pero que también pueden socavar nuestra fuerza de voluntad. Si alguna vez le ha resultado imposible perder esas últimas 5 o 10 libras, échele la culpa a estas dos hormonas. La primera, la leptina, es producida por las células grasas. Como un indicador de gasolina en un automóvil, le dice al cerebro cuándo tiene suficiente combustible a bordo. Cuando se pierde peso, un nivel bajo de leptina le indica al cerebro que se está quedando vacío y que necesita llenarse. La otra hormona, la grelina, se produce en el estómago y el intestino y actúa de forma opuesta. Cuando no ha comido durante algunas horas, los niveles en aumento le permiten a su cerebro saber que es hora de volver a comer. Los niveles de grelina también aumentan cuando usted pierde peso, lo que le incita a comer más y al mismo tiempo ralentiza su metabolismo—la velocidad a la cual su cuerpo usa calorías.Aunque desee desesperadamente deshacerse del exceso de grasa, su cerebro tiene otros planes—concretamente,aferrarse a tanta grasa como crea que necesita para sobrevivir. Con este fin, funciona como un termostato, monitoreando constantemente los niveles de hormonas como la leptina que brindan información sobre los niveles de grasa corporal. Cuando come menos ypierde peso, su cerebro intervieney trabaja para restaurar el equilibrio enviando señales de hambre y—para empeorar las cosas—enlentecer el metabolismo (consulte “Lecciones del ‘El Gran Perdedor’”, página 3).El sistema de recompensa del cerebro solo sesuma al desafío al alentarle a buscar alimentos ricos en grasas y calorías—una estrategia que solía ayudar a la supervivencia en tiempos en que los alimentoseran escasos, pero que hoy funciona en nuestro detrimento. Si bien nuestra biología no ha cambiado mucho, nuestro suministro de alimentos sí lo ha hecho, especialmente durante los últimos 40 años. Hoy en día, el 61% de los alimentos que comemos son alimentos altamente procesados que podemos tragar rápidamente yalmacenar fácilmente como grasa. Al mismo tiempo, tres cuartas partes de las dietas estadounidenses carecen de alimentos integrales saludables, como frutas, verduras y lácteos, que se digieren lentamente y nos ayudana mantenernos llenos.Por otra parte, la mayoría de nosotros somos menos activos físicamente que nuestros antepasados—otro factor que dificulta mantener la pérdida de peso. Nuestros cuerpos fueron diseñados para moverse y, en el proceso, quemar energía. Sin embargo, viajamos en automóviles o tomamos el tren para ir al trabajo, y nos sentamos en nuestros escritorios cuando llegamos allí. Luego pasamos los fines de semana viendo deportes en lugar de jugarlos—y muchos de nosotros vivimos en vecindarios que no son propicios para caminar o realizar actividades físicas. Las investigaciones han demostrado que las personas que tienen un parque, un patio de recreo o un espacio abierto en el vecindario tienen un 32% menos de probabilidades de luchar contra la obesidad que quienes no tienen cerca espacios recreativos al aire libre.Los expertos en salud se refieren a esta combinación de demasiada comida rica en calorías y muy poco ejercicio físico como un entorno “obesogénico”, que es literalmente un entornoque nos anima a desarrollar obesidad. Además, existe una creciente evidencia de que otros aspectos de la forma en que vivimos hoy en día—como qué tan poco dormimos y qué tan altos son nuestros niveles de estrés crónico—desencadenan efectos biológicos que también pueden afectar nuestro peso, ya que pueden hacer que las hormonas del estrés y las hormonas del hambre se disparen.